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Visita al cementerio.

1 Oct

Visita al cementerio.

No siempre los cementerios son tristes o tétricos, algunas veces pueden servir para distracción de los muchacho, en nuestro caso fue motivo de una apuesta, éramos un grupo grande, no se cuantos pero más de cinco y más cerca de diez, estábamos en un pueblo al que viajamos para estar lejos de la ciudad y cerca de la naturaleza, además teníamos referencias de que ese pueblo era un primor para carnal y era esa época.

 

Desde el día que llegamos habíamos experimentado de todo, fuimos a una fiesta (preste) sin ser invitados pero como todos éramos de piel blanca, ojos claros y pelos castaños teníamos acceso porque nos confundían con gente conocida, allí tomamos nuestros primeros traguitos y después salíamos con algo más de euforia de la que teníamos al ingreso, pasábamos largas horas en la plaza buscando amigas entre las lugareña, incluso por un piropo y el parecido que tengo con mi madre tuvimos la oportunidad de conocer unas parientes (primas de mi madre) que nos invitaron a comer el famoso puchero del martes de carnaval y después de visitar la huerta salir con los bolsillos llenos de frutas y la promesa que ellas organizarían una fiesta para presentarnos a sus amigas y parientes menores que estaban mas para nuestra edad (entre 15 y 16 años), cosa que después cumplieron y se repitió mas de una tarde.

 

Tuvimos la fiesta y conocimos no solamente chicas del lugar, sino que también conocimos chicas de nuestra misma edad que estaban pasando vacaciones, porque en esas épocas el feriado de carnaval duraba una semana, de sábado de corzo a domingo de carnavalito en el cual se enterraba el carnaval, fue una vacación en la que pasamos tan bien con  poca plata y mucho entusiasmo.

 

Una mañana en la que habíamos iniciado el día tomando desayuno en el mercado, algunos api con llauchas, otros como yo, chocolate con buñuelos, nos acomodamos en algún banco de la plaza a contar los consabidos chistes que generalmente nos repartíamos entre dos o tres del grupo porque el saldo se dedicaba a festejar nuestras payasada, decidimos pasear rumbo al cementerio y nos encaminamos allá, el camino no era muy largo, era pintoresco entre calles con poca inclinación, con las veredas rodeadas de vegetación y esporádicamente una construcción, pero generalmente muy humilde, y por la misma consecuencia los transeúntes con los que cruzamos fueron muy pocos.

 

Llegamos a una placita muy pobre en ornamentos y comodidades, pero era una espacio cuadrado en cuyo lado principal se encontraba la fachada que indicaba que estábamos en el cementerio, entramos y entre mausoleos, covachas y nichos fuimos leyendo los epitafios viendo las fotos que habían en algunas tumbas, hasta que llegamos a un grupo de nichos medio derruidos y que dejaban ver algunos huesos y lo que nos llamó la atencion mas que nada, fue una calavera que miraba hacia nosotros, estaba completa incluso con el maxilar inferior en el lugar correcto de la posición en vivo, alguien sugirió poner un pañuelo entre la calavera y el maxilar (adentro de lo que fue la boca), hicimos esa operación y quedamos que en la noche retornaríamos a retirar el pañuelo, el mismo que fue certificado por dos para reconocerlo después.

 

Transcurrió el día entre jugar al fútbol, comer pasear jugar, porque éramos un grupo de chicos que no estábamos ni un solo momento en el mismo lugar y si tocaba caminar mucho también lo hacíamos alejándonos de la ciudad o del pueblo para explorar las montañas que eran muchas, incluso llegamos a una cuevas que si no me equivoco se llama la “Gruta de San Pedro”, en cuyo interior hay aguas termales y las estalactitas y estalagmitas que se aprecian son de características muy interesantes y fantasmagóricas.

 

Anochecía y organizamos la visita al cementerio para que los dos que se comprometieron retirar el pañuelo puedan cumplir la apuesta y tener unas moneditas más para la cena, el mismo grupo hizo el mismo camino que el camino de la mañana, pero esta vez la luz que nos guiaba era el de la luna y alguna luciérnagas que esporádicamente asomaban, el clima también era diferente al de la mañana, la chompa ya no podía estar amarrada en la cintura tenia que estar puesta, las camisas no debían estar arremangadas para sentir mejor su tersura y protegerse del frío, que no era algo que lastime, pero si que pedía protección y abrigo. Al llegar al cementerio entramos los dos apostadores, uno era yo el otro era Pollo Soruco, los demás se quedaban en la plazas hasta que nosotros regresemos con el pañuelo que era el trofeo de nuestra hazaña mostrando nuestra valentía, entramos hasta las tumbas derruidas viendo el brillo de algunos huesos que reflejaban la luz de la luna, de las estrellas o de las luciérnagas y escuchando tan solo el silencio de la noche. el resuellos de nuestra respiración agitada y nuestros pasos que golpeaban tan fuerte como nuestros corazones, cuyo ¡¡¡tun!!!, ¡¡¡tun!!!, ¡¡¡tun!!!, resonaba amplificado, por lo menos en nuestras sienes; llegamos a la calavera, estriamos el pañuelo y nos vino el intenso deseo de correr, pero nos contuvimos y con paso calmo llegamos a la plaza y con gran sorpresa porque nuestros valientes compañeros sintieron pánico y huyeron abandonándonos a nuestra suerte, en ese momento si corrimos hasta llegar a la plaza del pueblos que habíamos convertido en nuestra sala de estar, allí estaban los cobardes compañeros riéndose de nosotros y discutiendo que ese no era el pañuelo para no pagar la apuesta, pero por suerte ese pañuelo tenia mis iniciales marcadas con semilla de palta y tenia la tierra de la tumba y un extraño olor a muerte después de haber estado en el lugar donde permaneció todo el día. Nos sentamos a contar el viaje y alguien le tocó la espalda al Pollo y le hizo un ademán o mueca terrorífica y éste se desmayó de pánico, o por lo menos nos hizo creer eso.

 

El día terminó y cuando quisimos conciliar el sueño entre las sobras del dormitorio, los ruidos de los compañeros y el terror acumulado, la vigilia se hizo larga hasta conciliar el sueño reparador para a la mañana siguiente iniciar un nuevo día de aventuras, que hasta ahora las sigo buscando y viviendo.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ 1-10-05