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Mi hermano perdió su alma.

25 Sep

Mi hermano perdió su alma.

Con un grupo de amigos nos íbamos a explorar las serranías, principalmente para ver cavernas entre las montañas, y jugar con el eco que se produce en lugares como ese. Ese lugar está a no más de tres o cuatro kilómetros del barrio donde vivía cuando era muchacho. Esa zona tiene como nombre “Tembladerani”, seguramente porque existe la experiencia que por allá la tierra tiembla, no creo que sea por efectos sísmicos, y más bien creo que es por la calidad y consistencia de la tierra, es de una arcilla que se erosiona, no solo por efecto hídrico, sino también eólico. En su silueta montañosa se ven montículos, con formas extrañas, por causa de la erosión. La arcilla de esa zona tiene un sabor dulce, creo que de ella producen la bentonita e incluso la usan para limpiar las ollas y como curativo de las ulceras estomacales.

 

Desde mi casa, hasta el lugar motivo de este cuento, era solamente caminar en la pendiente hasta llegar a la cima de esas montañas, y de allí hasta las cavernas. Caminar entre montículos sin forma, o con formas extrañas, y porque no decir aterradoras. Mientras nuestro caminar era subiendo y bajando, íbamos cantando a gritos para escuchar lo que el eco nos devolvía, hasta que escuchamos un estruendo aterrador, y corrimos porque detrás nuestro se desplomaba no un montículo, se desplomaba la montaña. Corrimos hasta la cumbre y de allí descendimos hasta el barrio, !en una carrera frenética!, agradeciendo a Dios que estábamos con vida,

 

En ese entonces yo tendría unos 10 años y mi hermano unos cinco, pero como era entrometido fue con nosotros, además habían otros dos muchachos que también tenían aproximadamente la misma edad que yo, y como teníamos costumbre de ir por allá a jugar a los indios, los bandidos y los jovencitos, teníamos la suficiente confianza y coraje para no sentir miedo, pero ese acontecimiento fue realmente de terror.

 

A partir de esa noche mi hermano sufría de pesadillas, que debieron ser horribles, porque despertaba ¡a gritos!, y se pasaba a mi cama despertándome a mi y a toda la casa. Una empleada nos dijo que eso sucedía porque el “niño” había perdido su alma por el susto que sufrió, y lo que debíamos hacer era recuperarla, para lo cual era menester ir al mismo lugar, gritar su nombre, para que su “alma perdida” retorne. Nosotros hicimos caso a esta sugerencia, y con otros tres amigos nos trasladamos al lugar, pero esta vez con muchas precauciones y gran miedo. Llegando a lo que supusimos que era el lugar, vimos que la topografía había cambiado totalmente a lo que guardábamos en nuestros recuerdos, todo a consecuencia del derrumbe. No quisimos avanzar más y nos pusimos a gritar ¡¡Pepe…!!, ¡¡Pepe…!!, ¡¡Pepe…!!,  y el eco nos devolvía la misma palabra amplificada, y con repetición del final de la última letra de la palabra, cada vez más prolongada y mas débil hasta hacerse inaudible. ¡¡Pepe…!!, ¡¡Pepeee…!!, ¡¡Pepeeeee…!!, hasta que en una de las repeticiones, no fue su nombre lo que escuchamos, sino que una voz cavernosa respondió: ¡¡¡qué cosa…!!!, ¡¡¡qué cosaaa…!!!, ¡¡¡qué cosaaaa…!!!, ¡¡¡qué cosaaaaa…!!!, en ese momento los que dejaron el alma fuimos nosotros, porque lo que tardamos en llegar al barrio fue un abrir y cerrar de ojos.

 

Desde ese día nunca más volví a esa serranía y mi hermano tampoco tuvo pesadillas.  

 

 

Miguel Aramayo

SCZ- 25-09-2005